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V (1983-85)

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'V' fue una miniserie seguida de otra miniserie seguida de una serie propiamente dicha sobre visitantes alienígenas que primero vienen a la Tierra en son de paz, a sentarse a cenar con nosotros, por así decir, y luego a cenarnos a nosotros. Pero no todo está perdido, probos terrícolas, porque, de consonancia con una gran tradición ochentera, sólo hacen falta cuatro americanos, unas metralletas de mano, unos enemigos sin puntería ninguna, un chicle, unos polvos mágicos, unas chupas de cuero y un Commodore 64 para salvar el planeta.


'V' es televisión de los 80 en estado puro, y eso tanto para lo bueno como para lo malo. De lo bueno, en realidad, no sé si habrá mucho, pero la gran mayoría, por no decir todas las reseñas que se pueden encontrar colgadas en internet hoy día tienen en común estar hechas por gente que vio la serie de pequeñito, se la guardó en la mollera con el afecto que todos tenemos por esa tiempo de nuestra vida (si se tiene una niñez medianamente normal, por supuesto) y, dado que la patria de una persona es su infancia, al volver a verla ahora que ha salido en dvd (superelegante, con su V roja sobre fondo negro), por un lado se ríe de lo cutre que en el fondo era, de lo viejos que se han quedado los efectos y de los fallos sin cuento que tiene, pero rehúsa hablar mal de ella. Qué se le va a hacer. No todos tuvieron la suerte de crecer con mitos como Errol Flynn, John Wayne o incluso ahora con el presi Bartlet o Tony Soprano. 'V' va en el archivo de la cinta de cassette junto al 23-F, el Spectrum 48K, el Naranjito, el 12-1 a Malta, las camisetas del Osito Misha del Cola-cao, el Pac-man (vulgo Comecocos), McGyver, JR, Duran Duran, los 99 red balloons de Nena y Kim Basinger como chica Bond, entre otros engendros / genialidades de lo que algunos llaman la Década Que el Buen Gusto Olvidó.

La serie, o conjunto de series, consta de una primera miniserie de tres horas en dos episodios emitidos en días consecutivos (el 1 y 2 de mayo de 1983), una segunda miniserie llamada 'The final battle' de tres episodios y cuatro horas y media de duración, emitidos justo un año después (el 6, 7 y 8 de mayo de 1984), y finalmente una serie convencional de 19 episodios de 47 minutos que se emitieron entre octubre de 1984 y marzo de 1985, terminando justo cuando Mijaíl Gorbachov era nombrado presidente de la URSS. En España se ha emitido varias veces, a menudo cortando los episodios más largos en rodajas de una hora, para que pareciera todo la misma serie, con lo cual a veces faltaban créditos o salían en mitad de la emisión. En una época en que sólo había una cadena de televisión, la serie fue un pelotazo, y los trajes de los visitantes, que aún hoy tienen su punto disfracesco-nazi-sadomaso-misterioso hicieron furor en los carnavales. Además, las pegatinas de la TeleIndiscreta, que era lo que había en vez de spoilers, estaban por las carpetas, semáforos, pizarras y espaldas de las chavalas (para así poder decir tranquilamente "mira, una lagarta") de toda España.

Las dos miniseries son bastante superiores a la teleserie última, que se vio afectada por bastantes cortes de presupuesto y por la obligación de estirar la historia reduciéndola a misiones de quita y pon donde la Resistencia entraba como Pedro por su casa en cualquier nave, cuartel, campo militar o fábrica visitante sin mayor plan que robar un uniforme y correr entre balas (perdón, láseres, o lo que demonios fuera aquello que hacía fshwumm) que nunca te daban, y vuelta a empezar la semana siguiente.

Nada más verla resultaba claro que aquello estaba basado en los Nazis: los visitantes vienen todos de uniforme, con sus brazaletes y botas negras, y con un símbolo que, como leí por ahí, "parece una esvástica que ha estado al sol demasiado rato". Tras conseguir la buena voluntad del pueblo con promesas de progresos inimaginables, se descubren sus verdaderas intenciones, que incluyen el exterminio y sometimiento de sus invadidos enemigos. Además, por si alguien no lo pillaba, una de las familias protagonistas es judía, con un abuelo superviviente de campos de concentración, cuyo nieto acaba metido en un grupo llamado 'Amigos de los Visitantes' que son unas Juventudes Hitlerianas en marrón y todo. Ese anciano es quien enseña a los jóvenes protestones a pintar una V roja sobre los pósters de liberté, egalité y fraternité intergalactique. Lo reseñable también es que, a pesar de la Guerra Fría es la que se estaba, no hay en realidad puyas contra el comunismo, como no sea ponerse paranoicos con que los uniformes de los visitantes son rojos.

El creador de la serie, Kenneth Johnson, dijo que la idea original era hacer una serie sobre un movimiento fascista en Estados Unidos, pero que no encontró comprador y entonces decidió reciclar la idea usando alienígenas, que recién aterrizado 'ET' y todo el mundo esperando 'El retorno del Jedi' eran la moda del momento. Lo único que había que hacer era cambiar la persecución a los judíos por una persecución a los científicos, y listo. ¿Por qué los científicos? Porque como los visitantes vienen caracterizados cubriendo su aspecto de lagartos (no se les puede llamar reptiles, porque no reptan, sino que andan sobre dos patas -o piernas-), creen que quienes primero pueden pillarles son los que tienen conocimientos de biología, medicina y demás. Además, en lo dramático así se replica el motivo de la persecución contra un determinado grupo al que uno pertenece sin poder remediarlo. No es una lucha contra un enemigo que decide pelear contra ti, sino contra quienes tienen el infortunio de tener una etiqueta colgada, decidan ellos resistirse o no. Bertolt Brecht fue una de las influencias reconocidas por Johnson. Así, vemos cómo el hijo del abuelo judío, americano burgués de segunda generación, no quiere ofrecer escondite a su vecino paleontólogo, mientras que el abuelo no duda en ayudarlos. En tres generaciones tenemos al resistente desconfiado, al crédulo avestruz y al joven desencantado que se une a los visitantes simplemente porque no le va bien en el colegio, los padres lo abroncan (sin demasiada severidad tampoco) y quiere impresionar a la vecina que le mola con el uniforme, la pistola y la gorra de plato.

Las miniseries tienen un gran número de personajes, algo bastante difícil de mantener para una historia de sólo unas pocas horas. Aparte de la familia judía, está el cámara de televisión Mike Donovan (Marc Singer), que será quien descubra las verdaderas intenciones y apariencia de los visitantes. Este tiene un hijo de 12 años, que prácticamente vale sólo para que lo capturen, lo rescaten y lo usen de chantaje, y una madre que, para mayor conflicto de personajes, se convierte en la principal colaboradora de los visitantes, porque cree que no pueden perder. El segundo marido de ésta tiene una fábrica, que ella le insta a ofrecerla a los visitantes para que fabriquen el compuesto químico que dicen que necesitan para su planeta. En esa fábrica trabaja un obrero negro y xenófobo que se pone en contra de los visitantes no por sus planes, que no se conocen, sino porque son de fuera, y raros, y vienen a quitarles el trabajo. Este obrero tiene dos hijos, uno de los cuales es médico de bien y el otro ladrón de poca monta (de nuevo, extremos en la misma familia), y los tres acabarán juntos en la Resistencia, cada uno con sus motivos y capacidades. Con este médico trabaja Julie Parrish (Faye Grant), una rubia muy mona, estudiante de medicina, que se encargará de curar gente (sean humanos o visitantes), preparar pócimas, venenos y antídotos, hackear ordenadores (es todo ciencia, qué más da) y de vez en cuando pegar cuatro tiros, y ser raptada y torturada y secuestrada.

A todo esto, el paleontólogo tiene una hija, Robin (Blair Tefkin), que va y se enamora de un visitante, porque es guapo y tal, cosa que aprovecha la oficial científico de los visitantes, Diana (Jane Badler, espléndidamente venenosa y desdeñosa, de lo mejor de la serie) para conseguir el primer bebé intergaláctico de la historia (otro recuerdo a las atrocidades nazis). Bueno, dos bebés, porque la gran sorpesa es que serán dos, gemelos, uno con apariencia humana y otro (shock, horror) con pinta de lagarto, pero que muere a las pocas horas. De todas formas, el muñeco debió de molar tanto que lo volvieron a sacar en la teleserie más tarde en un 'parto lagarto' de verdad.

Cómo es posible que dos especies de planetas, y hasta de galaxias distintas, puedan tener descendencia podemos dejarlo un poco al margen (junto a cómo es posible hackear los ordenadores visitantes desde la tierra con una máquina de escribir eléctrica -si al menos los visitantes usaran Windows, sería comprensible, pero ni siquiera-), pero uno de los puntos interesantes con que a veces sorprende la serie aparece en esta trama:cuando Robin sabe que está embarazada del visitante, decide abortar, y cuando se ponen a ello tras una reunión trascendental, donde hasta hay un cura, resulta que el aborto es imposible, porque la muerte del feto mataría a la madre. Es una pena que se salieran por lo fácil, pero es comprensible que quisieran mantenerse dentro de los cauces del entretenimiento y no quisieran meterse en política.

Entre algún que otro punto interesante, como en el de unirse por encima de las diferencias contra eun enemigo común, hay muchas más veces en las que se ve que es una historia de juguete, como por ejemplo en que la Resistencia siempre se sale con la suya: siempre destruyen el peligro inmediato, siempre son rescatados, y cuando se ven en una disyuntiva, como entregar a alguien a cambio de otra persona, se las arreglan para liberar a los dos sin sufrir consecuencis, con lo cual no hay conflicto ninguno. Donovan aprende a volar en naves visitantes con la gorra (literalmente), y cuando alguno de los resistentes acaba muriendo, más parece un recorte de presupuesto que un momento emotivo. Así, poco a poco vamos entrando en ese tipo de territorio en el que el espectador ha de decidir si se deja llevar y disfruta o se queja de todo y se va, territorio en el que se pueden considerar las cosas como motivos consagrados de un género establecido o como convenciones gastadas, aburridas y que hasta insultan la inteligencia del espectador. Otros ejemplos, aparte de los tiros fallados y los ordenadores superinteligentes son que los aposentos de los jefazos visitantes en la nave nodriza tengan ventanucos que dan a unos conductos de ventilación por los que pueden infiltrarse los resistentes tranquilamente, y que cuando éstos lo hagan siempre los pillen en una conversación crucial. O que los visitantes hablen en inglés incluso cuando están solos (una simple explicación que se podría dar es que en el planeta de origen también hay idiomas diferentes, y por lo tanto a veces lo único que saben en común es el idioma del país terrícola donde están destinados, pero ni se molestan). O que incluso tras saberse su aspecto real, sigan gastando recursos en ponerse apariencia humana. O que la táctica de asalto de la Resistencia sea entrar a lo loco en una furgoneta, bajarse todos y ponerse a disparar desde DELANTE de ella hacia posiciones elevadas y parapetadas, sin cubrirse si nada. O que los centinelas siempre estén mirando para otro lado. O que a pesar de la suprema incompetencia de los jefes para acabar con los resistentes, nunca los ejecuten primero y luego los juzguen al amanecer.

Pero en fin, al final, uno, quizá para no quedar como un idiota a quien camelaron de crío, se queda con momentos y detalles tontos y para toda la vida. Ese Willy, el lagarto bueno que luego resulta que era Robert Englund, alias Freddy Kruger. Esos vaqueros ajustados con zapatillas de deporte que llevaba Donovan. Esas melenonas de videoclip que se gastaban las lagartas Diana y Lydia, una morena y una rubia. Ese Michael Ironside, otro icono de los 80, que en la segunda miniserie vino a darles caña a los amateurs de la Resistencia. Esas naves sobre los cielos de todo el mundo, que luego copió 'Independence day'. Esas secuencias repetidas varias veces, como la del piloto de nave visitante que se la pega, y que es la misma en cuatro episodios distintos. Esas rayas a modo de galones sobre el pecho, que te colocaban en seguida cómo de malo era el visitante. Ese Martin quintacolumnista, que cuando vino su hermano gemelo resulta que tenía la misma cara humana y todo. Ese polvo rojo venenoso, que seguro que lo hicieron rojo para poder usar pimentón sin más y dejarse de gaitas. Esas noticias semanales de la Resistencia del resto del mundo, donde una vez salió Córdoba, con un tipo que decía "España por los españoules". Y el momento icónico, esa Diana de mentira comiéndose un bicho entero y que parecía el no va más de los efectos especiales.


En noviembre de 2009 se estrena una nueva versión de la serie. Puede que resulte como 'Galactica' y que sea mucho mejor, más compleja y menos de evasión, dentro de lo que cabe. Pero ya no será 1984. Ni siquiera será el siglo XX. Por no ser, ni el milenio es el mismo.

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